jueves, enero 19, 2006

DE BARCAS Y REDES

Pedro, pescador de Galilea. Recio, noble. Curtido en las tempestades y en las bonanzas. Posee una barca que es el ganapán para él y los suyos.
Alguien, cuando el alba perfila el lago y convierte en espejo sus aguas, se acerca. Mirada que penetra hasta el hondón del alma, que lee los corazones. Mirada cálida, serena. Y le pide la barca. La necesita.
Y Pedro cede. Presta la barca. El visitante no quiere la barca. Quiere el corazón: "Pedro, déjalo todo. Te necesito para ser pescador de hombres"
Y Pedro, de bruces, se encuentra con el sentido de su vida.
No temas, amigo mío. Dale a Dios la barca de tu corazón. Él la necesita. Y no olvides: Dios no quita nada, lo da todo. Se nos dá en plenitud.

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